En 1960 la Sociedad Internacional Mineralógica estableció una Comisión de Nuevos Minerales y Nombres de Minerales. Antes de eso abundaban los nombres distintos para un mismo mineral y las clasificaciones con distintos criterios. Hasta el día de hoy se conocen 5 mil minerales y cada año se descubre alguno nuevo. Ahora tenemos un sistema unificado para nombrar minerales pero no siempre fue así.
Entre los primeros intentos por crear un sistema para nombrar a los minerales está el de Carl von Linné (1707-1778). Este físico, zoólogo y botánico suizo ya había hecho otras clasificaciones. Para plantas y animales había diseñado sistemas de dos palabras para designar la pertenencia a familias. Sus sistemas fueron jerárquicos y hacían referencia a los grupos a los que pertenecía la especie. Para los minerales la tarea fue más complicada que en otros casos.
El terreno de los minerales era un caos en la época de von Linné. Los nombres variaban mucho entre sí y sólo algunos eran conocidos de la misma forma en todo el mundo; este era el caso de los más comunes como cuarzos, gemas o minerales valiosos. Incluso en las coincidencias había diferencia en los criterios para dar nombre, por ejemplo, los cuarzos se clasificaban como minerales diferentes de acuerdo a su color, a pesar de mantener una composición química similar.
Mientras que el criterio al clasificar plantas y animales eran los órganos sexuales, para los minerales había que buscar una forma distinta. El sistema de dos nombres de von Linné se adaptó al mundo mineral considerando por una parte la forma del cristal y su número de caras, y por otra su comportamiento químico. Si bien hubo intentos por usar este sistema por parte de algunos monólogos, nunca se volvió popular.
Para el siglo XIX, el geólogo James D. Dana publicó la primera edición de su “Sistema de Minerología”, en 1837. En él se consideraba un sistema de dos palabras para nombrar a los minerales. Se mencionaban los nombres comunes para entre 300 y mil minerales. En este sistema ya se consideraban órdenes y clases. No fue el único que se crearía y esto permitió que muchos minerales tuvieran varios nombres. Un ejemplo de esto es el mineral llamado “galena”, también conocido como “galenita”, “steinmannita”, “targionita”, “johnstonita”, “plumbo-cúprito” y “huascolita”; cada uno de estos nombres era válido de acuerdo al sistema de referencia que se consultara.
Poco antes de la creación del sistema actual, en 1955, se publicó una compilación con 25 mil nombres que se usaban para llamar a 2 mil minerales diferentes. Con esa gran diferencia entre la cantidad de nombres y de minerales había que hacer algo para organizar a los minerales. Ahora la Comisión de Nuevos Minerales y Nombres de Minerales se encarga de verificar si un mineral ya fue reconocido antes o amerita un nombre nuevo.
Sabemos que estamos ante un mineral nuevo por dos motivos: tiene una definición química y una forma de cristal distintiva. Existen algunas reglas para nombrar a los minerales, aunque hay mucha libertad en el proceso. A diferencia del sistema binomial, basado en dos palabras para nombrar a los minerales, que propuso en su momento von Linné, no todos siguen las mismas reglas.
Algunos ejemplos bastan para notar lo amplio de las posibilidades al nombrar un mineral. Uno de los criterios suele ser la composición química del elemento o alguna propiedad física; ejemplo de esto es la rodonita, un mineral rojizo con un nombre que viene del latin y significa “Coloreado de rosa”. El lugar de descubrimiento es otra opción; esto pasa con la andesina, descubierta en la cordillera de los Andes. El nombre de algún científico destacado es una alternativa más; la bridgmanita es un ejemplo de esto, este mineral se forma en las profundidades del manto terrestre y su nombre proviene de Williams Bridgman, quien ganó el premio Nobel de Física en 1946 por su trabajo sobre física en presiones altas. La mitología es otra fuente de nombres para minerales; esto pasa con la neptunita, en honor al dios romano del mar, o la aegirina, que también toma su nombre de un dios marino pero esta vez de la mitología escandinava.
La forma en que se da nombre a los minerales cuenta desde mediados del siglo XX con un organismo internacional que administra los nombres. Sin embargo, los criterios siguen siendo muy amplios. Para algunos, la idea de clasificar a los minerales de una forma similar a como ocurre con plantas o animales no es tan descabellada. Casi tres siglos después, la propuesta de von Linné sigue siendo convincente para algunos expertos en minerales.
-forbes
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